La historia surge a raíz del encuentro de Sócrates con Eutifrón en el pórtico del arconte rey (lugar donde se versaba sobre delitos de asunto religioso y culto); el motivo que llevó al joven a acudir a los tribunales era el de acusar a su padre de homicidio, pues según él mismo, había dejado morir a un jornalero, mientras mandó a un hombre a consultar a un exégeta (especie de asesor jurídico), hecho que le hizo considerar a su padre como un hombre injusto. Para Eutifrón toda injusticia debe ser denunciada, aunque ésta haya sido cometida por su propio padre. Por otro lado, Sócrates es cuestionado por Eutifrón, quién indaga el porqué de su estancia en ese lugar, a lo que el filósofo contesta sobre la acusación que se hace sobre él de corromper a la juventud. La extrañeza de Sócrates está en la seguridad que muestra Eutifrón, al afirmar que lo que él hace es un acto piadoso, es aquí donde se evidencia la idea central en el diálogo, para definir lo que es pío e impío respecto a los dioses y a la postura humana.
Como ya fue mencionado en el párrafo anterior, el joven considera que está siendo movido por una recta intención, que él mismo define como un acto de piedad, pero para Sócrates no es algo que el muchacho tenga clarificado en su pensamiento, razón por la cual lo aborda con la siguiente intervención:
“Dime exactamente qué afirmas tú que es lo pío y lo impío” (5e)
Eutifrón responde que lo pío es acusar al que comete delito y peca de impío el que no hace esto (lo que es justo). A esta contestación puede considerársele como una primera definición que el joven usa para detallar y argumentar su postura. Sin embargo, Sócrates se muestra incrédulo y exige una explicación más detallada. Eutifrón lo intenta de nuevo afirmando que lo pío es lo que agrada a los dioses y lo impío es lo que odian; siendo ésta, la segunda definición. No obstante, Sócrates no se muestra de acuerdo con lo dicho anteriormente y pide al muchacho que le muestre qué señal tiene para saber si los dioses están todos de acuerdo para llevar a su padre frente a la justicia por impiedad. Esta confrontación toma importancia en el diálogo al puntualizarse de la siguiente manera por parte del acusado:
“ !Ea! Examinemos lo que decimos. El acto agradable para los dioses, y el hombre agradable para los dioses, ¿es pío?, el acto odioso para los dioses y el hombre odioso para los dioses, ¿es impío? No son la misma cosa sino las cosas más opuestas, lo pío y lo impío” (7 a)
Para contestar estas preguntas Sócrates lanza una hipótesis para llevar a Eutifrón a una demostración de que su conocimiento acerca de los dioses o una supuesta señal, es mera suposición de él, debido a que hay contrariedades en su pensamiento:
“Luego, según parece, las mismas cosas son odiadas y amadas por los dioses y, por tanto, serían a la vez agradables y odiosas para los dioses” (8ª)
Eutifrón intenta construir de nuevo otra definición, imprecisa al comienzo, pero luego se justifica: lo pío es lo justo. Como réplica a este argumento se provoca una incógnita: ¿dónde está lo pío está lo justo?, pues no es necesariamente verdad que donde esté lo justo esté también lo pío. La explicación es dada análogamente por Sócrates con el siguiente ejemplo:
“En cambio, donde hay respeto, hay también temor. ¿Hay alguien en que respete una cosa y que sienta vergüenza ante ella, y que, al mismo tiempo no esté amedrentado y tema una reputación de maldad?” (12b).
Sócrates en su opinión, trata que Eutifrón comprenda que estos conceptos se construyen y es necesario encontrar donde se cimienta lo justo para que sea considerado como pío; como vemos esta es una cuestión abierta a la que no podemos argumentar con los datos que se ofrecen en el texto, pero lo que sí podemos afirmar es que Platón intenta defender a su maestro por medio del presente diálogo.
Se puede decir, que Eutrifón no llega a una definición en concreto de lo pío e impío, lo que lo sitúa en una situación ambigua por no saber si estaba equivocado, si fue acertado o sus proposiciones fueron falsas. Ante este estado que se presenta, Sócrates pide a Eutifrón que empiecen de nuevo su búsqueda, ya que él está convencido (irónicamente) de que un hombre que lleva a su propio padre ante los jueces acusándolo de un crimen, sin temer el castigo de los dioses o de los hombres, es realmente un hombre sabio. Sin embargo, el joven sigue firme en su pensamiento buscando objeciones y escusas para marcharse y dejar a Sócrates con su dilema.
Con lo dicho anteriormente, ahora se puede afirmar que la intención de Platón en este argumento no es más que la de ubicar a los personajes en una situación que genere una dialéctica acerca de lo pío y lo impío. Por otra parte, también se muestra que a través de la dialéctica se busca definir los conceptos que van orientando el camino para saber si las afirmaciones de Eutifrón llevan a la verdad; si no lo logra del todo es porque la brevedad del diálogo no permite continuar profundizando la postura que conlleve a una verdadera definición de piedad. En conclusión, el diálogo platónico muestra elementos de una apología para defender a Sócrates ante las acusaciones que se generan en torno a él y sirve para considerar que desde una dialéctica adecuada, se puede llevar a la persona a una comprensión asertiva de lo que se afirma es un bien para todos.
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Platón, Diálogos, “Eutifrón” J. Calonge (trad.), Barcelona, Gredos 2000, pág 213-242.
[1] Meleto era joven y poco conocido. Según se indica al comienzo del Eutifrón. Se prestó a presentar la acusación por afán de notoriedad o por presión del influyente.