Gran parte de los rasgos característicos en referencia al pitagorismo, son gracias a los escritos de Aristóteles, aunque hubo conjuntamente con él más filósofos que escribieron sobre ellos, se le da mayor importancia a Aristóteles, ya que no existió otra autoridad mayor que él en la antigüedad, además que sus escritos sin duda son más amplios y de mayor utilidad que los otros autores. Su mayor logro es dividir el pitagorismo en dos periodos principales: el preparmenídeo y el pitagorismo posterior a Zenón.
“Los llamados pitagóricos se dedicaron a las matemáticas y fueron los primeros en hacerlas progresar”[1], pero Aristóteles escribe sobre ellos para demostrar los errores que cometieron, ya que “absortos en su estudio creyeron que sus principios eran los principios de todas las cosas. Puesto que los números son por naturaleza los primeros de estos principios”[2], esto los llevó a que ajustaran la información a sus esquemas, de modo que si algo era contrario a su teoría lo modificaban o inventaban otra cosa, para que esta siguiera siendo coherente.
Los rasgos característicos del pitagorismo sobre los cuales escribió Aristóteles son: el dualismo, la naturaleza del número, las cosas equivalen a números, la cosmogonía y la cosmología.
El pitagorismo se asienta sobre el dualismo, ya que los elementos del número son: lo par y lo impar, límite e ilimitado, uno y múltiple, derecho e izquierdo, masculino y femenino, estático y en movimiento, derecho y curvo, luz y oscuridad, bueno y malo y cuadrado y oblongo. Con estos opuestos entre sí se logra la unidad, y el equilibrio en la tierra, la armonía. Estos elementos necesariamente tenían que ser diez para que se lograra la perfección, ya que creían que “la década es perfecta y que abarca la naturaleza entera de los números”[3].
La naturaleza del número según los pitagóricos es que sea par e impar, en donde el par es ilimitado, y el impar es limitado. Lo que hace que el número par sea ilimitado es porque puede ser divisible en dos partes iguales, y lo que es divisible en partes iguales es infinito, “la división en mitades se prolonga ad infinitum”[4]. Por el contrario el número impar es limitado ya que no puede ser dividido en partes iguales, además también es limitado porque tiene un principio, un medio y un fin, por ejemplo el número tres.
Los pitagóricos creían que las cosas equivalían a números, puesto que “al ver que muchos atributos de los números pertenecían a los cuerpos sensibles, concibieron que las cosas eran números”[5]. A partir de la sucesión de los números se iban formando los sólidos, ya que ellos creían que del uno nacía el punto, del dos la línea, del tres el triángulo y del cuatro la pirámide. Estos números son primarios y primeros principios de todas las cosas individuales. El primer principio es el uno, el cual forma el punto, el segundo la línea, el tercero la superficie, el cuarto el sólido… y así hasta formar todas las cosas.
Los pitagóricos creían que el origen de todo el universo físico consistía en la generación de series de números. “La primera unidad comenzó a crecer, y como resultado de ese crecimiento se partió de alguna manera en dos”[6] con ello no solo origina al número dos, sino también originó la línea. De esta manera se inició el proceso de creación del mundo, mediante una progresión ad infinitum, ya que al ser números pares, pueden ser divididos por la mitad indefinidamente.
“La mayoría de los pueblos dicen que la tierra está situada en el centro del universo”[7], pero los pitagóricos afirmaban lo contrario, ellos decían que en el centro está el fuego, y alrededor de él giran armónicamente: los siete planetas, la luna, la tierra y la anti-tierra. Este movimiento generado por los diez cuerpos es armónico, y aunque emite un sonido no lo logramos escuchar, ya que este sonido está en los oídos desde nuestro nacimiento, por lo tal no lo distinguimos de su contrario, el silencio.
Bibliografía.
Kirk, Raven y Schofield, Los filósofos presocráticos, Cap. IX “El pitagorismo preparmenídeo”, Madrid, Editorial Gredos, 1994, pp. 332 - 368.
[1] Aristóteles, Metafísica A5, 985 b 23 (en Kirk, et. al, Los filósofos presocráticos, Cap. IX “El pitagorismo preparmenídeo”, Madrid, Editorial Gredos, Madrid, 1994, p. 333.)
[2] Idem.
[3] Ibidem p. 334.
[4] Kirk, Raven y Schofield, Los filósofos presocráticos, Cap. IX “El pitagorismo preparmenídeo”, Madrid, Editorial Gredos, 1994, p. 345.
[5] Aristóteles, Met. N3, 1090 a 20 (en Kirk, et. al, Los filósofos presocráticos, Cap. IX “El pitagorismo preparmenídeo”, Madrid, Editorial Gredos, 1994, p. 349)
[6] Op. cit. p. 356.
[7] Aristóteles, de caelo B 13, 293 a 18 (en Kirk, et. al, Los filósofos presocráticos, Cap. IX “El pitagorismo preparmenídeo”, Madrid, Editorial Gredos, 1994, p. 349)